domingo, julio 23, 2006

Episodio XII

En el que el narrador es canon y es dogma.

El timbre es el sonido del poder aquí.
Te enseñan a odiar ese sonido. Sé que lo habeís oído muchas veces, que se usa en todas las instancias humillantes, molestas o sacrificadas de la Academia, de modo cotidiano y constante. Ese timbre es la mayor prueba de que estamos sometidos. Lo pienso mirando el dedo del censor jugueteando sobre el pulsador mientras en el estrado al aire libre debaten dos compañeros míos.
Suena, y colectivamente la clase aprieta los dientes. Quieres pasar el examen para no tener que oír ese sonido más, ya no se trata de superación personal ni de deber patriótico. El timbre detiene a los dos alumnos que dirigen una sola mirada a púlpito desde el que se dirige a ellos el censor.
"Me duele la boca de decíroslo"
Y luego uno de esos silencios de censor después de salirse del formalismo que impera normalmente, para que cale en nosotros la impresión de que le estamos sacando de su rutina, de que tiene que ir más allá de lo que debería tolerar para adoctrinarnos.
Un silencio para que la brisa marina que se cuela por el anfiteatro prepare el terreno para una reprimenda. 'Las reprimendas en público, los premios en privado' Con eso nos cría la academia. Con rencor.
"Ha sido usted objeto de un ataque directo, aspirante, no puede usted dejar a un lado esa afirmación en esta conversación."
Otro silencio, dejas que el alumno se concentre en el hecho que quieres eliminar, si lo haces todo de un tirón el alumno no ve donde se está equivocando. Además incrementas el tiempo que está expuesto a la mofa de sus compañeros, que son unas alimañas igual que él. Así, mañana, cuando él esté a salvo en la grada podrá ser un hijo de puta con quien esté siendo corregido.
"Es un debate público, aspirante. Hay ataques que puede usted dejar a un lado, es una buena forma de conservar el impulso de un argumento, pero ante esto no puede usted hacer una caída de ojos y seguir adelante, porque deja muy claro que no tiene mucho que defender, y su oponente, si no es un inútil, necesitará sólo un par de líneas más en ese eje de discusión para desacreditarle"
El censor se vuelve al graderío, donde nos sentamos, en grupos de tres como mucho, alumnos de diversa antigüedad. Con un gesto indica, sin mirarnos, a los dos argumentantes que abandonen el estrado. Nunca se les acaban las formas de llamarnos mierda.
Mientras nos da una breve charla sobre el punto que desea dejar claro, veo al alumno que ha sido corregido echar a andar por el camino que lleva a la Academia, acompañado de un émpata, con su traje blanco contrastando contra el mar.
A veces se nos olvida que hay mar aquí.

1 Comments:

Blogger Miguel Ángel Araque Caballero said...

Me molaría que el narrador fuese, además de canon y dogma, alguna cosa más en futuro cercano, como Aupador de la Más Ardua Cucaña o si no, algo más literario, vaya.

He dicho.

4:27 a. m.  

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